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¿Cómo manejar los berrinches de mi hijo?

¿Por qué se producen los berrinches en la infancia?

Cómo manejar los berrinches de mi hijo

Los berrinches no son simples conductas desafiantes, sino reacciones emocionales propias del desarrollo infantil. Para comprenderlos mejor, es útil diferenciarlos según su origen. A continuación, exploramos dos factores clave que suelen desencadenarlos:

Factores que influyen en la aparición de berrinches

Desarrollo emocional inmaduro

Durante la infancia, los niños están aprendiendo a reconocer, nombrar y gestionar sus emociones. Su sistema nervioso todavía se encuentra en proceso de maduración, lo que los hace especialmente vulnerables a reacciones impulsivas ante situaciones cotidianas.

  • Dificultad para expresar lo que sienten: La incapacidad para poner en palabras lo que les pasa genera frustración, y muchas veces los lleva a reaccionar con llanto, gritos o enojo.

  • Falta de recursos para autorregularse: Ante una emoción intensa, el niño no cuenta con herramientas internas para calmarse solo. Depende del adulto para ayudarlo a recuperar el equilibrio emocional..

  • Tolerancia baja a la frustración: Cuando algo no sale como esperaban (una negativa, una demora, un cambio), reaccionan de manera desproporcionada porque aún no desarrollaron la capacidad de aceptar límites o manejar el “no”.

Factores contextuales y ambientales

Además del desarrollo interno, el entorno del niño también influye en la aparición de berrinches. Condiciones externas como el ambiente, las rutinas o el vínculo con los adultos pueden facilitar o intensificar estas conductas.

  • Cansancio o sobreestimulación: Un niño fatigado o con exceso de estímulos está más irritable y propenso a reaccionar impulsivamente ante cualquier situación.

  • Necesidad de atención emocional: Cuando un niño no se siente contenido o percibe cierta desconexión emocional del adulto, puede expresar su malestar a través de un berrinche.

  • Incoherencia en los límites: Límites poco claros, cambiantes o que no se sostienen con firmeza pueden generar confusión y respuestas desreguladas ante la frustración.

Estrategias efectivas para calmar un berrinche en el momento

Cuando un niño está atravesando un berrinche, lo más importante no es “controlarlo”, sino ayudarlo a regularse emocionalmente. El adulto debe actuar como un sostén, no como un juez. Entender que el niño está desbordado y no actuando con intención de molestar permite intervenir con más empatía, firmeza y claridad.

  • Mantener la calma como adulto: La autorregulación del adulto es clave. Si respondés con gritos o enojo, solo intensificás la crisis. Mostrar tranquilidad le transmite al niño que hay un marco de seguridad desde donde puede calmarse.

  • Validar la emoción, no la conducta: Decir frases como “entiendo que estás enojado” o “sé que eso te frustró” ayuda al niño a sentirse comprendido. Validar no significa permitir todo, sino acompañar lo que siente sin justificar una conducta inadecuada.

  • Reducir estímulos y ofrecer contención: Llevar al niño a un lugar más tranquilo, bajar el volumen del entorno y, si lo permite, ofrecer contacto físico (como un abrazo) puede favorecer el proceso de autorregulación.

  • No intentar razonar en plena crisis: Durante un berrinche, el niño no puede procesar explicaciones racionales. Intentar convencerlo en ese momento solo aumenta la frustración. Las conversaciones deben esperar a que esté más tranquilo.

  • Sostener los límites con firmeza y afecto: Decir “no” con claridad, pero sin agresividad, es fundamental. El niño necesita saber que aunque se enoje o llore, hay un adulto firme que lo contiene y mantiene el marco necesario para su bienestar.

Cómo establecer límites claros sin perder la calma

Poner límites no significa gritar, castigar ni ejercer control con rigidez. Establecer límites saludables implica crear un marco de seguridad emocional en el que el niño pueda desarrollarse con contención, respeto y previsibilidad. Los niños necesitan límites para sentirse cuidados, protegidos y orientados, aunque muchas veces reaccionen con enojo o frustración cuando se les imponen.

El rol del adulto en el momento del límite:

Cuando los adultos logran sostener límites con calma, firmeza y coherencia, los niños aprenden a confiar en ellos y en el entorno que los rodea. No se trata de evitar el conflicto, sino de responder desde la regulación emocional, sin perder de vista el mensaje que se desea transmitir.

  • Ser claro y consistente: Decir qué se espera del niño con frases simples y coherentes. Los límites deben mantenerse en el tiempo, sin cambiar constantemente, para que el niño entienda qué está permitido y qué no.

  • Anticipar situaciones: Cuando es posible, anticipar lo que va a pasar (por ejemplo, “en cinco minutos guardamos los juguetes”) ayuda a que el niño se prepare para el cambio y reduzca su reacción emocional.

  • Acompañar con tono firme pero afectuoso: No hace falta gritar para ser firme. Un tono de voz sereno, pero seguro, transmite al niño que el adulto está presente, en control y disponible para contenerlo, incluso en medio de su enojo.

Qué errores evitar al enfrentar un berrinche

En medio de un berrinche, es común que los adultos se sientan frustrados, cansados o superados. Sin embargo, la forma en que se responde en ese momento tiene un impacto directo en la manera en que el niño aprende a gestionar sus emociones. Evitar ciertos errores frecuentes permite acompañar con mayor eficacia y construir vínculos más seguros.

Reaccionar con enojo o gritos: Responder con ira solo intensifica el desborde emocional del niño. Además de no ayudar a calmar la situación, da un mensaje contradictorio sobre cómo gestionar emociones difíciles.

Ceder ante la presión del berrinche: Si el adulto cambia un límite solo para detener el llanto o la rabieta, el niño aprende que esa conducta le permite conseguir lo que quiere, lo que refuerza la repetición del berrinche como recurso.

Ignorar completamente al niño: Si bien a veces es necesario tomar distancia para no escalar la situación, ignorar sistemáticamente lo que el niño siente puede aumentar su angustia y dar lugar a una sensación de abandono emocional.

Minimizar o burlarse de la emoción: Frases como “eso no es para tanto” o reacciones que ridiculizan lo que el niño siente pueden dañar su autoestima y dificultar su capacidad de reconocer y validar sus propias emociones.

Usar amenazas o castigos desmedidos: Castigos impulsivos, como quitar afecto o imponer consecuencias sin sentido, solo generan miedo y desconexión emocional, sin enseñar herramientas reales para afrontar lo que sienten.

Razonar en medio del desborde: Intentar explicar, convencer o “hacer entrar en razón” a un niño que está en plena crisis no es efectivo. En ese momento, el cerebro está en modo emocional, no racional. Las conversaciones deben esperar a que se haya calmado.

Herramientas para prevenir berrinches antes de que ocurran

Herramientas para prevenir berrinches antes de que ocurran

Prevenir un berrinche no siempre es posible, pero sí es viable reducir su frecuencia e intensidad si se aplican ciertas estrategias de forma anticipada. La prevención no se basa en evitar los límites, sino en crear un entorno previsible, emocionalmente seguro y adecuado a las capacidades del niño.

Mantener rutinas claras y predecibles

Las rutinas ofrecen estructura, y la estructura brinda seguridad emocional. Cuando el niño sabe qué esperar en cada momento del día, se reduce la ansiedad que produce la incertidumbre. Horarios regulares para comer, dormir y jugar ayudan a regular también sus emociones y comportamientos.

Anticipar situaciones que pueden generar malestar

Preparar al niño para lo que va a ocurrir (“En cinco minutos nos vamos del parque”) le da tiempo para procesar el cambio. La anticipación favorece la cooperación y disminuye la sensación de sorpresa o pérdida de control que muchas veces desencadena berrinches.

Fomentar la conexión emocional diaria

Dedicarse a compartir momentos de juego, conversación o afecto sin pantallas ni interrupciones fortalece el vínculo y reduce las conductas desreguladas. Un niño que se siente visto, contenido y escuchado necesita menos llamar la atención a través del berrinche.

Estimular el desarrollo del lenguaje emocional

Enseñar al niño a poner en palabras lo que siente (“Estás enojado porque no querías que termine el juego”) le da herramientas para expresar su malestar de manera más adecuada. Nombrar las emociones desde temprana edad favorece la autorregulación a largo plazo.

Evitar la sobrecarga de estímulos

Un niño cansado, hambriento o sobreestimulado tiene menos recursos para afrontar la frustración. Respetar sus tiempos, evitar cambios bruscos o exposiciones prolongadas a estímulos (como pantallas o ruidos) puede reducir significativamente la probabilidad de un berrinche.

Preguntas frecuentes (FAQ)

  • ¿Es normal que mi hijo tenga berrinches todos los días? Sí, es frecuente en ciertas etapas del desarrollo, especialmente entre los 2 y 4 años. Sin embargo, si los berrinches son muy intensos, constantes o afectan la dinámica familiar de forma significativa, es recomendable consultar con un profesional para evaluar si hay algo más detrás de la conducta.

  • ¿Qué hago si mi hijo tiene un berrinche en público? Lo más importante es mantener la calma y no actuar guiado por la mirada ajena. Intentá contenerlo sin ceder al berrinche. Si es posible, alejalo del estímulo que lo desreguló y acompañalo con firmeza y afecto hasta que se calme.

  • ¿Ignorar el berrinche es una buena estrategia? Depende del contexto. Ignorar la conducta sin dejar solo al niño puede ser útil si lo que busca es llamar la atención de forma desmedida. Pero ignorar completamente su emoción o dejarlo solo sin contención no es recomendable. El equilibrio está en validar lo que siente, sin reforzar conductas inadecuadas.

  • ¿Los berrinches desaparecen solos con el tiempo? A medida que el niño crece y desarrolla herramientas para comunicarse y regular sus emociones, los berrinches tienden a disminuir. Aun así, el acompañamiento adulto es fundamental para enseñar formas más saludables de expresar lo que sienten.

  • ¿Los berrinches son una forma de manipulación? En la mayoría de los casos, no. Los niños no tienen la intención consciente de manipular. Están expresando emociones intensas que no saben manejar de otra manera. Etiquetarlos como manipuladores puede invalidar sus necesidades emocionales y empeorar la situación.

  • ¿Cuándo debería consultar a un psicólogo infantil? Si los berrinches son muy frecuentes, prolongados, agresivos o si generan un alto nivel de tensión familiar, es importante buscar acompañamiento profesional. También si el niño no logra calmarse fácilmente o si hay retrocesos en otras áreas del desarrollo.

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