Los niños y las pantallas digitales

El vínculo entre los niños y las pantallas digitales es cada vez más frecuente y complejo. En muchos hogares, el uso de dispositivos forma parte del día a día, ya sea para el entretenimiento, el aprendizaje o la comunicación. Sin embargo, cuando el tiempo frente a las pantallas se vuelve excesivo, pueden aparecer consecuencias negativas en el desarrollo emocional, cognitivo y social. Ver a un niño absorbido por una pantalla durante horas puede generar preocupación en los adultos sobre si están promoviendo hábitos saludables. Por eso, es importante reflexionar sobre el rol que cumplen los dispositivos en la vida cotidiana y cómo establecer límites que favorezcan un crecimiento más equilibrado.
Cómo afecta el uso de pantallas en niños
El uso de pantallas digitales se ha vuelto parte de la rutina diaria de muchos niños, tanto en el hogar como en la escuela. Sin embargo, cuando no se regula adecuadamente, puede generar efectos negativos en distintas áreas del desarrollo. Entender cómo impacta esta exposición es clave para acompañar a los niños en un crecimiento más saludable.
- Dificultades en la concentración: El uso prolongado de dispositivos puede reducir la capacidad de atención sostenida, especialmente en contextos escolares o de aprendizaje. Cambiar constantemente de estímulo, como ocurre en juegos o videos cortos, afecta la tolerancia a la espera y la capacidad de enfocarse en tareas más complejas.
- Alteraciones del sueño: La exposición a pantallas, especialmente antes de dormir, puede interferir con los ritmos naturales del sueño. La luz azul que emiten los dispositivos y la sobreestimulación mental dificultan la conciliación del sueño y reducen su calidad.
- Aislamiento social: Aunque muchos juegos y contenidos se presentan como sociales, el uso excesivo de pantallas suele desplazar el juego compartido y las interacciones cara a cara. Esto puede limitar el desarrollo de habilidades sociales fundamentales como la empatía, la negociación y la comunicación emocional..
- Cambios en el estado de ánimo: Es frecuente observar irritabilidad, ansiedad o dependencia emocional vinculadas al uso desmedido de tecnología. La necesidad constante de estímulo digital puede generar frustración cuando no se accede a los dispositivos o cuando se intenta establecer límites.
El acompañamiento adulto, el ejemplo en el uso responsable de la tecnología y la implementación de límites claros son fundamentales para evitar que las pantallas se conviertan en el centro de la vida infantil. Promover momentos de juego libre, actividad física y contacto humano sigue siendo esencial para un desarrollo equilibrado.
Las pantallas perjudican la atención de los niños
El uso excesivo de pantallas puede afectar directamente la capacidad atencional de los niños. En etapas en las que el cerebro está en pleno desarrollo, la exposición constante a estímulos digitales rápidos y cambiantes dificulta la consolidación de procesos como la atención sostenida, el autocontrol y la tolerancia a la frustración.
¿Cómo impacta el uso de pantallas en la concentración?
Estímulos constantes y cambio rápido de foco: Muchos contenidos digitales están diseñados para captar la atención de forma inmediata y continua. Esto puede generar una baja tolerancia a entornos menos estimulantes, como el aula, donde se requiere concentración prolongada.
Menor capacidad de atención sostenida: La exposición frecuente a pantallas puede dificultar que los niños mantengan la atención en una sola tarea durante un período extendido, afectando su rendimiento escolar y su capacidad de aprendizaje autónomo.
Dificultades en el autocontrol: El uso excesivo de dispositivos se asocia con dificultades para inhibir impulsos y sostener la atención en actividades que no ofrecen recompensas inmediatas, algo fundamental en el proceso de maduración de la función ejecutiva.
Distracción permanente:Los niños pueden desarrollar una fuerte dependencia del estímulo externo, generando dificultades para mantenerse concentrados sin un flujo constante de imágenes, sonidos o recompensas digitales.
En el contexto clínico, es importante abordar estos efectos no solo desde la reducción del tiempo de pantalla, sino también ofreciendo alternativas que estimulen la atención sostenida: juegos simbólicos, lectura compartida, actividades creativas y contacto con la naturaleza. El acompañamiento de adultos atentos y disponibles es clave para fortalecer estas capacidades.
¿Cómo puedo alejar a mi hijo de las pantallas?
Alejar a los niños del uso excesivo de pantallas es un desafío que muchos adultos enfrentan hoy en día. Las tecnologías digitales están integradas en la vida cotidiana, y a menudo se convierten en una fuente constante de entretenimiento. Sin embargo, con acompañamiento, límites claros y propuestas alternativas, es posible reducir su uso sin generar conflicto ni dependencia emocional.
Estrategias prácticas para reducir el uso de pantallas:
- Establecer rutinas claras: Organizar el día con horarios definidos para actividades como las comidas, el juego, las tareas escolares y el descanso, permite limitar naturalmente el tiempo de pantalla sin necesidad de confrontaciones constantes.
- Ofrecer alternativas atractivas: Proponer actividades estimulantes como juegos creativos, deporte, lectura o salidas al aire libre ayuda a que los niños conecten con otras formas de disfrute que no dependen de lo digital.
- Dar el ejemplo: El comportamiento de los adultos es un modelo para los niños. Si los adultos también reducen su tiempo de pantalla y participan en actividades compartidas, es más probable que los niños acepten el cambio.
- Dialogar sobre el uso de la tecnología: Hablar con los niños sobre los efectos del uso excesivo de pantallas y acordar límites en conjunto promueve mayor conciencia, compromiso y disposición al cambio.
Estrategias para el uso de pantallas en niños
El uso de pantallas forma parte de la vida cotidiana de niños y niñas, pero su manejo requiere acompañamiento y límites claros. No se trata de prohibir, sino de guiar su uso para que no interfiera con el desarrollo emocional, social y cognitivo.
Aplicar estrategias adecuadas permite que la tecnología se convierta en una herramienta útil y no en una fuente de conflicto. Los adultos cumplen un rol clave a la hora de enseñar a los niños a vincularse con las pantallas de forma saludable y responsable.
Establecer horarios definidos: Organizar el tiempo de pantalla dentro de una rutina diaria ayuda a evitar el uso excesivo y favorece la autorregulación. Tener horarios predecibles brinda seguridad y estructura, tanto para los niños como para los adultos.
Supervisar los contenidos: Elegir materiales adecuados para la edad del niño permite garantizar un consumo más saludable y educativo. No solo importa cuánto tiempo se usa la pantalla, sino también qué tipo de mensajes y estímulos reciben a través de ella.
Evitar el uso de pantallas antes de dormir: Limitar la exposición a dispositivos al menos una hora antes de acostarse mejora la calidad del sueño y reduce la sobreexcitación. Esto favorece la relajación y ayuda a que el descanso sea realmente reparador.
Crear espacios libres de pantallas: Destinar ciertas áreas del hogar (como el comedor o el dormitorio) a estar sin dispositivos favorece el contacto humano, la conversación y la conexión emocional entre los miembros de la familia.
Dar el ejemplo con el uso personal: Los niños aprenden por observación: regular el uso adulto de pantallas promueve una relación más equilibrada con la tecnología. Mostrar una actitud consciente y saludable frente a los dispositivos refuerza el aprendizaje y genera coherencia en el entorno familiar.

Peligro de las pantallas en niños
Si bien las pantallas son parte del entorno actual y pueden ofrecer ciertos beneficios, su uso sin control puede tener consecuencias significativas en el desarrollo infantil. Desde la psicología, se advierte que una exposición desmedida afecta el bienestar emocional, cognitivo y social, impactando en áreas clave como el lenguaje, la autorregulación y el vínculo con otros. Detectar estos riesgos a tiempo permite intervenir de forma preventiva y promover hábitos más saludables desde la infancia.
Problemas en el desarrollo del lenguaje
El uso excesivo de pantallas reduce las oportunidades de interacción verbal espontánea, especialmente con adultos significativos. Esto puede dificultar el desarrollo del lenguaje expresivo y comprensivo, limitar el vocabulario y afectar la capacidad para construir frases complejas. Además, el lenguaje que se aprende por medios digitales no reemplaza la riqueza de la comunicación cara a cara.
Dificultades en el vínculo social
Cuando el tiempo frente a dispositivos sustituye el juego con otros niños o la participación en actividades familiares, se reduce la posibilidad de adquirir habilidades sociales fundamentales. La empatía, el trabajo en equipo, la toma de turnos y la resolución de conflictos requieren de experiencias reales para desarrollarse de forma saludable.
Alteraciones del estado de ánimo
El uso desmedido de pantallas puede estar vinculado a cambios emocionales como irritabilidad, ansiedad y desmotivación. En muchos casos, los dispositivos se utilizan para calmar emociones intensas, lo que impide que los niños aprendan a reconocer, expresar y gestionar lo que sienten de manera autónoma y saludable.
Problemas de conducta y autorregulación
Cuando se recurre a la tecnología como solución inmediata al aburrimiento o al malestar, se dificulta el desarrollo de la tolerancia a la frustración. Los niños pueden volverse más dependientes de estímulos externos para autorregularse, y presentar reacciones impulsivas ante límites, demoras o situaciones que requieren espera o esfuerzo.
Sedentarismo y efectos físicos
La inactividad física asociada al uso prolongado de pantallas puede tener consecuencias en la salud corporal, como aumento de peso, alteraciones posturales y menor desarrollo motriz. Además, la exposición continua a pantallas afecta los ritmos biológicos, provocando dificultades para conciliar el sueño, alteraciones en el apetito y fatiga generalizada.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Cuánto tiempo de pantalla es recomendable según la edad de mi hijo? Las recomendaciones generales sugieren evitar el uso de pantallas en menores de 2 años y limitarlo a no más de 1 hora diaria en niños de entre 2 y 5 años. En edades escolares, lo ideal es que no excedan las 2 horas por día, siempre con contenido apropiado y supervisado.
¿El uso de pantallas puede afectar el rendimiento escolar? Sí. El uso excesivo de dispositivos puede interferir con la atención, la concentración y los hábitos de estudio. Además, reduce el tiempo disponible para tareas escolares, lectura y descanso, impactando negativamente en el aprendizaje.
¿Qué señales indican que mi hijo está usando demasiado la pantalla? Algunas señales son: irritabilidad al apagar el dispositivo, pérdida de interés en otras actividades, alteraciones del sueño, aislamiento social, dificultad para entretenerse sin tecnología y resistencia a cumplir con otras rutinas.
¿Está mal usar la pantalla como “niñera” en algunos momentos del día? Si bien puede ser útil en situaciones puntuales, el uso habitual de las pantallas para calmar, entretener o distraer puede dificultar el desarrollo de la autorregulación emocional. Lo importante es no convertirlo en el principal recurso ante el aburrimiento o el malestar.
¿Qué tipo de contenido es más apropiado para los niños? El contenido debe ser acorde a la edad, educativo, visualmente apropiado y sin estímulos excesivos. Lo ideal es que promueva la creatividad, el pensamiento crítico y los valores positivos, y que pueda compartirse con un adulto para favorecer el diálogo.
¿La terapia psicológica puede ayudar si mi hijo tiene una fuerte dependencia de las pantallas? Sí. La intervención profesional permite entender el origen del uso excesivo, detectar posibles dificultades emocionales asociadas y acompañar a la familia en la construcción de nuevos hábitos que favorezcan el desarrollo integral del niño.